miércoles, 14 de diciembre de 2016

El amo y el criado

Cuentos y Leyendas de Armenia


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EL AMO Y EL CRIADO


Que la vida os sonría, y que también les sonría a los dos hermanos de los que voy a hablaros.

Eran dos hermanos extraordinariamente pobres que no sabían qué hacer para mejorar su suerte.
!Cómo les gustaría comer los domingos, como tanta gente de su aldea, suculentas brochetas de cordero aromatizadas con comino y cilantro.

Pero, en lugar de eso tenían que conformarse con olfatear el delicado aroma de las brochetas asadas a la parrilla que otros iban a comerse, y saciarse después con un simple mendrugo de pan negro y una cebolla cruda.

El mayor ya no soportaba la miserable vida que llevaban; además, dada su condición de primogénito se sentía responsable de su hermano.

El único medio de ganar un poco de dinero consistía en ir trabajando a la casa de un rico granjero del valle, así que decidió ofrecer a aquel hombre sus servicios mientras el pequeño de la familia se quedaba al cuidado de la casa.

Dicho y hecho. El rico granjero ofreció un contrato al muchacho, cuya vigencia debía prolongarse hasta el primer canto del cuco. Pero, añadió una extraña cláusula al acuerdo: aquel de los dos que perdiese los estribos durante ese tiempo, tendría que pagar al otro mil monedas de oro.
- Y ¿De dónde quieres que saque mil monedas de oro ? Preguntó el nuevo criado.
Si las tuviera, no habría venido a trabajar para tí. ¿Cómo podría pagarte, en caso de que, alguna vez, perdiese los estribos?
-No importa-replicó el rico-. Si no puedes pagarme en oro, trabajarás para mi sin sueldo alguno durante diez años.

El muchacho reflexionó y se dijo: <<Soy una persona muy tranquila, mesurada: ¿Porqué iba a perder los estribos?¿Qué podría hacer mi amo para sacarme de mis casillas? No, no, verdaderamente, hay poco riesgo de que pierda la paciencia>>.
Y firmó aquel singular contrato.

Al día siguiente, con el alba, el amo despertó a su nuevo sirviente.
-Vete al campo y siega mientras haya luz- ordenó.
El muchacho estuvo segando todo el día. Al llegar la noche regresó a la casa muy cansado.
-¿Por qué estas ya de vuelta? - preguntó el amo.
-El sol ya se ha puesto, ya ha oscurecido- se defendió el criado.
-¡De eso nada! -replicó el amo-. ¡Te dije que segaras mientras hubiera luz! El sol ya se ha puesto, pero, la luna y las estrellas nos alumbran que yo sepa.
-Pero, mi amo, ¡no puedo trabajar noche y día!
-¿Cómo? ¿No estarás empezando a enfadarte?
-No, no, no me enfado. Solo quería decir que estoy cansado -balbució el sirviente.
-¡Ah, bueno ! Pues vuelve a segar, entonces.

El criado segó y segó toda la noche. Los músculos le dolían, los brazos y la espalda le hacían sufrir lo indecible, los ojos se le cerraban a su pesar, tanta era la necesidad que tenía de dormir... Pero, continuó segando y segando bajo el pálido fulgor de las estrellas.
Finalmente, las sombras se disiparon, la luna desapareció y el muchacho estiró sus miembros, exhausto.
Pero, precisamente en ese momento salió el sol.
-¡Esto es demasiado! - exclamó, exasperado -. ¡Hasta un burro reventaría con esta clase de vida!
Y,presa de la cólera y la desesperación, gritó:-¡Maldito sean tu pan y tu campo, y el dinero que me pagas!

El amo estaba esperando aquella explosión de ira como la araña acecha a su presa; saliendo cual diablo de su escondite, de la caseta de herramientas.
-¡Ah! ¡Te has enfadado! ¡Te has enfadado!
-exclamó jubiloso-.
Ahora tendrás que cumplir nuestro contrato.¡No digas que te he engañado! ¡Ya sabías a lo que te exponías!

El criado había caído en la trampa. Si no entregaba las mil monedas de oro a aquel malvado, se vería condenado a trabajar para él sin sueldo alguno, durante diez años. Y por nada del mundo estaba dispuesto a soportar semejante esclavitud.
Mas muerto que vivo, firmó al granjero un pagaré y huyó a su casa, esperando que su hermano menor, más listo que él, encontrase una forma de sacarlo de aquel embrollo.
-No te preocupes, hermano- dijo el muchacho más joven-.
Esta vez seré yo quien ofrezca mis servicios a ese ricachón, ¡Y veremos lo que pasa!


Se puso pues al servicio del rico