miércoles, 14 de diciembre de 2016

El amo y el criado

Cuentos y Leyendas de Armenia


10
EL AMO Y EL CRIADO


Que la vida os sonría, y que también les sonría a los dos hermanos de los que voy a hablaros.

Eran dos hermanos extraordinariamente pobres que no sabían qué hacer para mejorar su suerte.
!Cómo les gustaría comer los domingos, como tanta gente de su aldea, suculentas brochetas de cordero aromatizadas con comino y cilantro.

Pero, en lugar de eso tenían que conformarse con olfatear el delicado aroma de las brochetas asadas a la parrilla que otros iban a comerse, y saciarse después con un simple mendrugo de pan negro y una cebolla cruda.

El mayor ya no soportaba la miserable vida que llevaban; además, dada su condición de primogénito se sentía responsable de su hermano.

El único medio de ganar un poco de dinero consistía en ir trabajando a la casa de un rico granjero del valle, así que decidió ofrecer a aquel hombre sus servicios mientras el pequeño de la familia se quedaba al cuidado de la casa.

Dicho y hecho. El rico granjero ofreció un contrato al muchacho, cuya vigencia debía prolongarse hasta el primer canto del cuco. Pero, añadió una extraña cláusula al acuerdo: aquel de los dos que perdiese los estribos durante ese tiempo, tendría que pagar al otro mil monedas de oro.
- Y ¿De dónde quieres que saque mil monedas de oro ? Preguntó el nuevo criado.
Si las tuviera, no habría venido a trabajar para tí. ¿Cómo podría pagarte, en caso de que, alguna vez, perdiese los estribos?
-No importa-replicó el rico-. Si no puedes pagarme en oro, trabajarás para mi sin sueldo alguno durante diez años.

El muchacho reflexionó y se dijo: <<Soy una persona muy tranquila, mesurada: ¿Porqué iba a perder los estribos?¿Qué podría hacer mi amo para sacarme de mis casillas? No, no, verdaderamente, hay poco riesgo de que pierda la paciencia>>.
Y firmó aquel singular contrato.

Al día siguiente, con el alba, el amo despertó a su nuevo sirviente.
-Vete al campo y siega mientras haya luz- ordenó.
El muchacho estuvo segando todo el día. Al llegar la noche regresó a la casa muy cansado.
-¿Por qué estas ya de vuelta? - preguntó el amo.
-El sol ya se ha puesto, ya ha oscurecido- se defendió el criado.
-¡De eso nada! -replicó el amo-. ¡Te dije que segaras mientras hubiera luz! El sol ya se ha puesto, pero, la luna y las estrellas nos alumbran que yo sepa.
-Pero, mi amo, ¡no puedo trabajar noche y día!
-¿Cómo? ¿No estarás empezando a enfadarte?
-No, no, no me enfado. Solo quería decir que estoy cansado -balbució el sirviente.
-¡Ah, bueno ! Pues vuelve a segar, entonces.

El criado segó y segó toda la noche. Los músculos le dolían, los brazos y la espalda le hacían sufrir lo indecible, los ojos se le cerraban a su pesar, tanta era la necesidad que tenía de dormir... Pero, continuó segando y segando bajo el pálido fulgor de las estrellas.
Finalmente, las sombras se disiparon, la luna desapareció y el muchacho estiró sus miembros, exhausto.
Pero, precisamente en ese momento salió el sol.
-¡Esto es demasiado! - exclamó, exasperado -. ¡Hasta un burro reventaría con esta clase de vida!
Y,presa de la cólera y la desesperación, gritó:-¡Maldito sean tu pan y tu campo, y el dinero que me pagas!

El amo estaba esperando aquella explosión de ira como la araña acecha a su presa; saliendo cual diablo de su escondite, de la caseta de herramientas.
-¡Ah! ¡Te has enfadado! ¡Te has enfadado!
-exclamó jubiloso-.
Ahora tendrás que cumplir nuestro contrato.¡No digas que te he engañado! ¡Ya sabías a lo que te exponías!

El criado había caído en la trampa. Si no entregaba las mil monedas de oro a aquel malvado, se vería condenado a trabajar para él sin sueldo alguno, durante diez años. Y por nada del mundo estaba dispuesto a soportar semejante esclavitud.
Mas muerto que vivo, firmó al granjero un pagaré y huyó a su casa, esperando que su hermano menor, más listo que él, encontrase una forma de sacarlo de aquel embrollo.
-No te preocupes, hermano- dijo el muchacho más joven-.
Esta vez seré yo quien ofrezca mis servicios a ese ricachón, ¡Y veremos lo que pasa!


Se puso pues al servicio del rico

El estúpido


Cuentos y Leyendas de Armenia
9

EL ESTÚPIDO


Un pobre campesino trabajaba sin descanso para poder comer hasta hartarse, pero, a pesar de todos sus esfuerzos, seguía siendo pobre: no podía permitirse ni una porción de mantequilla para alegrar su pan cotidiano. Día tras día, tenía que contentarse con patatas cocidas y pan seco. Desanimado, un día, decidió ir a quejarse de su suerte a Dios.
Cogió sus alforjas y su bastón y se puso en marcha.
En el camino se encontró con un lobo famélico, que le preguntó que adónde iba.
-Voy a quejarme ante Dios - contestó el campesino-; soy demasiado pobre, y eso no es justo.
-¿Puedes hacerme un favor? -preguntó entonces el lobo-. Cuando veas a Dios, háblale también de mí. De la mañana a la noche recorro los bosques para buscar mi sustento y a menudo me voy a dormir con el estómago vacío. ¿Para qué me ha creado Dios, para dejarme morir de hambre? ¿Qué debo hacer?
El hombre prometió plantear la pregunta a Dios y prosiguió el camino. Poco después se encontró con una hermosa muchacha que estaba lamentándose.
-Te deseo larga vida, hermanita-dijo el campesino-, p¿Por qué lloras? Yo voy a presentarme ante Dios para quejarme de mi suerte. Si quieres que le transmita algún mensaje de tu parte, no dudes en decírmelo, yo se lo llevaré por tí.
-Te lo ruego, cuando veas a Dios, háblale también de mí. Explícale que en cierto lugar de la tierra vive una muchacha hermosa, dulce y con buena salud que aspira a la felicidad.
¿Acaso Dios me ha creado para dejarme languidecer aquí sola, sin nadie con quien hablar? ¿Qué debo hacer?
-Le plantearé la pregunta-prometió el campesino.
Y prosiguió el viaje.
Anduvo algún tiempo, aún hasta llegar a la orilla de un río, donde decidió descansar. Junto al agua crecía un árbol raquítico y con las ramas desnudas.
-¿Adónde vas por aquí? -preguntó el árbol al campesino.
-Voy a quejarme a Dios -repuso este.
-Pues, ya que vas -dijo el árbol-, tengo un ruego que hacerte. Cuando veas a Dios, háblale también de mí. Estoy plantado en una tierra buena y fértil, mis pies están regados por el río y, sin embargo, me seco. ¿Por qué me priva Dios de la alegría de reverdecer en primavera, de embalsamar el aire con mis brotes y mis flores, como hacen los otros árboles?
Ningún niño se ha detenido jamás junto a mí para que le ofrezca mis frutos. ¿Qué debo hacer?
-Le plantearé la pregunta -prometió el campesino.
Después se puso en camino y anduvo durante días, noches y semanas. Tras muchas aventuras que no me corresponde a mí contaros, llegó por fin ante Dios y presentó así su súplica:
-Mira, Señor Dios, se cuenta de ti que eres justo y bueno, que tratas a todos los hombres de la misma forma. Si eso es verdad, dime si te parece equitativo que yo trabaje como un esclavo para poder comer apenas un mendrugo de pan, mientras otros se enriquecen sin hacer nada. ¿Dónde está ahí la igualdad? ¿Dónde está la justicia?
Dios se quedó perplejo. Había intentado que los hombres fueran felices, y sin embargo no había podido evitar las desigualdades. Había creado un mundo en paz, pero, los hombres guerreaban…
Y aquel pobre campesino, tan ingenuo en su reclamación, le conmovía infinitamente.

Decidió concederle su deseo.
-Vuelve a tu casa, buen hombre. Tendrás dos oportunidades para encontrarte con tu suerte y de que ésta te sonría; aprovéchala y serás rico y feliz -afirmó Dios.

Antes de despedirse el hombre planteó los casos del lobo hambriento, la hermosa muchacha desgraciada y el árbol raquítico.
Para cada uno de ellos, Dios le explicó las soluciones, después de lo cual, nuestro hombre emprendió el camino de regreso.

Primero se encontró de nuevo con el árbol.
-¿Qué te ha dicho Dios de lo mío? -preguntó el árbol.
-Ha dicho que hay un cofre que te impide crecer enterrado bajo tus raíces que te impide crecer -respondió el campesino-. Que cuando alguien lo saque, reverdecerás.

-Qué bien ! -Exclamó el árbol-.
Deprisa, cava y coge el oro. Así, ambos seremos felices.
-No, no ! No tengo tiempo. Dios me ha ofrecido una oportunidad de encontrarme con mi suerte.
Tengo que regresar a mi casa y aprovecharla.Y se alejó a grandes zancadas, impaciente por comunicar la respuesta de Dios a la muchacha desgraciada.

En cuanto lo vio, esta preguntó:
-¿Qué te ha dicho Dios de lo mío?
-Me ha explicado que para hallar la alegría y la felicidad, has de tener un compañero con quien compartirlo todo, así como las alegrías y las penas.
Una gran esperanza iluminó los ojos de la muchacha. Tomó las manos del joven entre las suyas y, roja de vergüenza, murmuró:
-Pues, si es así, cásate conmigo ! Cásate conmigo y juntos seremos felices.
-No, no ! No puedo.No tengo tiempo. Dios me ha ofrecido una oportunidad para encontrarme con mi suerte. Debo volver a casa y aprovecharla.

Dejó a la muchacha sumida en la decepción y, dándose toda la prisa que podía, llegó al lugar donde estaba el lobo hambriento.

Entonces, el lobo preguntó: ¿Traes la respuesta para lo mío?
-Deja que en primer lugar te cuente lo que me ha pasado, -repuso el hombre.
Después de dejarte, me encontré con una joven solitaria y con un árbol raquítico.
Ambos deseaban el fin de sus desdichas, y yo, les he transmitido la respuesta de Dios: La muchacha tiene que encontrar un marido y el árbol desprenderse de un montón de oro que bloquea sus raíces.
El lobo lo interrumpió para felicitarlo con una bondadosa sonrisa.
-Vaya, amigo ! Menuda suerte la tuya, ¿Así que ahora eres rico y estas casado?
-Es curioso que me hagas esa pregunta, hermano lobo -contestó, inquieto, el campesino-. Sí, efectivamente, la muchacha quería casarse conmigo y, el árbol me pidió que cavase para coger el oro.
-¿Y no lo hiciste? -preguntó el lobo, estupefacto.
- Por supuesto que no! - dijo el campesino-. Rechacé las dos proposiciones, porque Dios me ha ofrecido la oportunidad de encontrarme con mi suerte. Me lo ha prometido !


Tengo que volver a casa para aprovecharla. El lobo, perplejo, se rascó la cabeza antes de preguntar: -¿Y de lo mío?- ¿Te dio Dios la solución a mi problema? Y como el campesino ya había reemprendido la marcha, el lobo gritó: -Eh !, no corras tanto ! Respóndeme antes de irte. -Tengo tanta prisa de encontrarme con mi suerte que ya me había olvidado de ti, hermano lobo. En cuanto a lo tuyo, Dios dice que seguirás vagabundeando muerto de hambre hasta que te encuentres con un imbécil que sacie tu apetito. -¿Y dónde voy a encontrar un imbécil mas grande que tu?- Preguntó irónicamente el lobo, con una sonrisa que dejaba al descubierto sus enormes dientes. Y, acto seguido, lo devoró. Tres manzanas han caído del cielo:Una, para los chicos sin dinero, pero, listos; otra, para las muchachas desconsoladas; y otra, para los que saben aprovechar una oportunidad cuando se les presenta.

La cita

Cuentos y Leyendas de Armenia

8
LA CITA



Un día, cuando el primer visir del rey atravesaba, como de costumbre, la plaza del mercado de Van para ir al palacio, sintió que alguien golpeaba su espalda.
Extrañado, se dio la vuelta y vió a la muerte, que lo miraba fijamente.Toda vestida de negro, con la cabeza cubierta de un velo que sostenía con la mano izquierda para ocultar la parte inferior de su rostro, la Muerte llevaba en la mano la guadaña(instrumento para segar) con la que siega la vida de los hombres.
El visir, aterrado, corrió a palacio y entró precipitadamente en los aposentos del rey.
-Majestad, os lo ruego, permitidme dejar la ciudad en seguida.
-¿Por qué tanta prisa? -preguntó el rey.
-Me he cruzado con la muerte, hace un momento, en el mercado-repuso el visir-; me ha mirado con aire amenazador, y estoy seguro de que viene a buscarme…

- ¿Estás completamente seguro de haber visto a la Muerte? -preguntó el Rey.
-Tan seguro como de que ahora os estoy viendo a vos, Majestad. Me mostró su guadaña, tengo que huir, en seguida, lo más lejos posible de aquí; si no abandono el reino estoy perdido.

Al Rey le costaba trabajo creer que la muerte pudiese venir a pasearse tranquilamente por la plaza del mercado para elegir a sus futuras víctimas.
¿No sería que su visir había tenido una alucinación debida al exceso de fatiga? A pesar de todo, como sentía afecto por aquel hombre, habló así:
-Vete, amigo mío; coge del palacio aquello que necesites, y que Dios te acompañe.
El visir montó entonces el mejor caballo de las cuadras reales y atravesó al galope una de las siete puertas de la ciudad, en dirección a Samarcanda(Uzbekistan).
De una sola tirada, recorrió los miles de kilómetros de distancia que lo separaban de la capital de Asia Central.
Cuando agotado, descubrió por fin, bajo los últimos rayos del sol poniente, el mausoleo(sepulcro magnífico y suntuoso) de cúpula azulada de Tamerlán y las columnas de mosaicos verdes y azules de la madrasa (Escuela coránica) Chir-Dar, decidió tomarse un descanso y se tendió sobre una estera(Tejido grueso de esparto, formado por varias tiras trenzadas cosidas que sirve para cubrir el suelo de las habitaciones), al lado de su caballo.

Por su parte, el Rey, atormentado por las afirmaciones de su visir, decidió ir al mercado para ver con sus propios ojos a la Muerte, de la que nadie puede escapar.
Vestido con sencillez, a fin de que sus súbditos no lo reconociesen, el rey salió de palacio y atravesó gran plaza donde los agricultores tenían instalados sus cestos con verduras, frutas y especias. Ignorando el reclamo de la menta fresca, de las dulces sandías y de los deliciosos albararicoques de sabor a miel, buscó con los ojos, entre la multitud abigarrada, a aquella, que atemoriza incluso a los más valientes.

De pronto, la vio: era ella, sin duda, alta, descarnada, toda vestida de negro. Se deslizaba entre los puestos; se escurría de un grupo a otro sin que nadie se fijase en ella, tocando con el dedo la espalda de un hombre que acababa de comprar al aguador un vaso de agua bien fresca, acariciando la mano de una joven con los brazos cargados de tulipanes, evitando a un anciano…
El rey se dirigió hacia ella, a pesar de que se había vestido de ropa sencilla para ocultarse. No obstante, su sabiduría y su valor, no pudo evitar que un nudo de angustia se formara en su garganta, pero, aun así, dijo en su susurro:
-¡Oh Ankú( ótro nombre para la Muerte)! Permíteme que te plantee una pregunta.
La Muerte se acercó a él, para oírlo mejor.Sus ojos vacíos miraban fijamente a la nada, sus largos dedos descarnados y de afiladas uñas colgaban a ambos lados; y su aliento ardiente, acariciaba el rostro del rey, cuando ordenó con voz ronca:
-Habla
El rey sintió que sus piernas apenas podían sostenerlo; sin embargo, se atrevió a continuar:
-Mi primer visir es un hombre joven y con buena salud; es justo y bueno, y sirve a su país con lealtad. ¿Por qué lo has empujado esta mañana?¿Por qué lo has mirado con aire amenazador?
La Muerte, algo sorprendida, miró al rey fijamente, clavando sus ojos en los suyos.
-No quería mirarlo con aire amenazador -dijo-. Sencillamente, cuando nos tropezamos por casualidad, entre la multitud, y se dio la vuelta, me extrañó mucho verlo aquí.
-Y, ¿por qué esa extrañeza?
-Porque, -dijo la Muerte-, no esperaba encontrármelo en Van.
Tengo una cita con él esta noche, en Samarcanda.

El cuento de la serpiente

 Cuentos y Leyendas de Armenia

7
EL CUENTO DE LA SERPIENTE


Nuestros antepasados cuentan que, en una ocasión, un rey tuvo un sueño que le sumió en la más profunda confusión. Aunque no se lo dijo a nadie, sintió en su corazón que aquel sueño contenía una advertencia, una especie de aviso.
Pero,  ¿Contra quién?, ¿Contra qué?
El rey no era capaz de adivinarlo.
Convocó a los magos y adivinos de Palacio, con el fin de consultarlos. Éstos, por prudencia, no emitieron más que interpretaciones ambiguas que poco podían aclarar al rey. Este, entonces, hizo difundir por todas partes que daría su peso en oro a quien supiera interpretar su sueño, pero, que haría decapitar sin piedad a los impostores.

Un joven campesino, que no tenía de qué vivir, se dijo: << Le contaré al Rey cualquier cosa. Y una de dos, o me da el oro, o manda a que me corten la cabeza. En ambos casos, me veré libre por fin de mis preocupaciones>>.
Así pues, partió en dirección al palacio real, y de camino, cuando bordeaba una tapia de piedra bañada por el sol, oyó de pronto un murmullo que salía de allí:
-Hermano hombre, ¿adónde vas? - decía la voz.
Nuestro hombre miró hacia todos lados y no vio a nadie, excepto a una serpiente que había asomado la cabeza por un agujero de la tapia y hablaba.
-Voy al palacio del rey a interpretar su sueño -dijo el campesino-. No sé qué voy a contarle, pero poco importa, mi vida es demasiado penosa; si me manda decapitar, por lo menos ya no tendré que preocuparme de mi sustento diario.
-No te inquietes, hermano hombre; yo sí sé con qué ha soñado el Rey y estoy dispuesto a decírtelo, pero con una condición.
-¡La condición que tu quieras! - Aseguró el campesino.
-Cuando el rey te de la recompensa, lo compartirás conmigo.
-Te doy mi palabra, por mi vida.

Entonces, la serpiente contó:
-El rey ha soñado con un zorro. Dile: <<El mundo se ha vuelto como un zorro. Todos tratan de engañar al vecino. No hay ni sabios ni jueces. Todos engañan, estafan y hacen trampas para llenarse los bolsillos.¡Desconfía, oh rey! , de tus consejeros, de tus ministros y de tus jueces; ¡no son honrados!.

Y después de hablar así, la serpiente fijó largamente sus ojos en los del campesino con una mirada clarividente.
-Vete, hermano hombre, y no me olvides.

El hombre dio las gracias a la serpiente y se fue a ver al rey. Le reveló el contenido de su sueño y su significado.El Rey, muy complacido, hizo que le entregaran su peso en oro. El campesino, satisfecho, volvió a su casa. Durante el camino no dejaba de preguntarse sobre la conducta que debía seguir: ¿Iba a guardarse el oro para él solo o lo compartiría con la serpiente?
Cuanto más se acercaba a la tapia donde vivía el reptil, más desagradable le resultaba el reparto de la recompensa.
<<¿Qué necesidad tengo de repartir mi oro con un animal? -se preguntó-.Con esto tengo para vivir tranquilo hasta los cien años cumplidos>>.
De pronto, vió que la cabeza del animal asomaba entre las piedras.La ingratitud fue entonces más fuerte que el respeto a la palabra dada: el hombre cogió entonces una piedra y se la lanzó; la serpiente huyó sinpedir su parte.



Tras un largo tiempo, el Rey tuvo otro sueño, y llamó al campesino.

El hombre se vió en un gran aprieto. Conocía las condiciones impuestas por el rey(un saco de oro, o la decapitación) y sabía de sobra que él solo sería incapaz de adivinar el sueño; y, esta vez, no podía pedir ayuda a la serpiente, a la que  había tratado con tanta ingratitud.

El hombre decidió no presentarse ante el rey, pero, varios soldados armados , fueron a buscarlo y lo obligaron a ponerse en camino hacia palacio.
Temblando de miedo, el campesino pasó delante de la tapia; se pudo de rodillas y murmuró:
-Hermana serpiente, otra vez te necesito.
La serpiente estaba holgazaneando al sol. Su largo cuerpo jaspeado(irisado, veteado) ondulaba sobre las piedras. Alzó su cabeza triangular hacia el campesino, lo miró fijamente con sus ojos esmeralda y emitió un silbido, mostrando la doble flor roja de su lengua.
-¿Qué quieres, hombre ingrato? -refunfuñó-.
-Me he portado muy mal contigo, hermana - reconoció el campesino-, pero, la visión de todo ese oro me hizo perder la cabeza. Él fue el culpable de mi maldad. Te lo ruego, ayúdame una vez más.
-De acuerdo -respondió la serpiente-, voy a contarte el sueño del rey. Pero no lo olvides: cuando el rey te dé tu peso en oro, lo compartiras conmigo. Y no se te ocurra tirar una piedra, como la primera vez.
-¡Te lo prometo por mi vida! -Aseguró el hombre-.

Entonces la serpiente contó:
-El rey ha soñado con un lobo. Dile: << El mundo se ha vuelto como un lobo. Todos se comen, se devoran unos a otros. Ya no hay ni ley ni justicia. No hay ni grandes ni pequeños. Todos explotan, roban, se aprovechan. Desconfía, ¡oh rey!, de tus consejeros, de tus ministros, de tus jueces; no son honrados.>>.
Y dicho esto, la serpiente deslizó su largo cuerpo moteado de verde y azul entre las piedras grises de la tapia, no sin antes decir al campesino:
-Vete, hermano hombre, y no me olvides.
Ántes de que el hombre pudiese dar las gracias, la serpiente había desaparecido con un ligero susurro entre la roja hojarasca otoñal.
El campesino fue a ver al rey. Interpretó su sueño, recibió su peso en oro y se volvió a su casa, completamente decidido, una vez más, a quedarse con todo el oro para él solo. Empezó a pensar en todo lo que podría comprarse con aquella fortuna que le había llovido del cielo: una casa, criados, amigos para organizar juergas… En resumen, podría vivir con lujo y opulencia.

Y, en el camino de vuelta, al ver la cabeza de la serpiente asomada por la tapia, le arrojó una piedra, y esta huyó murmurando:
-¡Te arrepentirás, hermano hombre! No volverás a beneficiarte de mis conocimientos y mi sabiduría una tercera vez, y serás castigado por tu codicia y tu ingratitud. Te lo predigo con la misma seguridad con la que predigo los sueños.
Estas palabras de la serpiente provocaron un escalofrío en su espalda, pero el saco de oro causaba en él tanta excitación que pronto las apartó de su pensamiento.

Al día siguiente, el rey tuvo un tercer sueño y mandó a llamar al campesino para que se lo adivinara y se lo interpretara. Las condiciones del rey, seguían siendo las mismas: Un saco de oro o la decapitación.
El campesino, sobreponiendose al miedo y confiando en su buena suerte, pensó: << El rey soñó la primera vez con un zorro, y  la segunda, con un lobo. ¿Con qué otra cosa podría soñar esta vez sino con un cordero? ¿ O es que yo soy menos astuto que un animal?>>
Confiado, se presentó ante el rey y declaró:
-Oh rey, has visto un cordero. El mundo se ha vuelto como un cordero. Nadie te engaña, nadie comete injusticias. Todo es paz y tranquilidad. No desconfíes de tus consejeros, ni de tus ministros, ni de tus jueces. Todos ellos se han vuelto honrados.

El rey se puso furioso. ¿Acaso aquel campesino se estaba burlando de él?
Su descripción del mundo era falsa, no se correspondía ni con su sueño ni con la realidad: su tesorero le robaba, su mujer lo engañaba, sus jueces eran injustos… Al instante, ordenó que prendieran al pobre hombre y lo arrojaran a una húmeda mazmorra, en espera del verdugo.

Tres flores blancas han florecido: una, para Suzanna, porque es hermosa, otra, para ti, lector; y otra, para el que cumple la palabra dada.

Y si queréis saber cuál fue el tercer sueño del rey, pasad cualquier día junto a la tapia de piedra… A lo mejor tenéis la suerte de encontraros allí a la serpiente que adivina e interpreta los sueños.


El hombre y el "Dev"

Cuentos y Leyendas de Armenia

6


EL HOMBRE Y EL "DEV"

Dev: Espíritu maligno
Sassun: Región montañosa situada al Sudoeste del lago Van.
Alforja: Especie de talega abierta por el centro y cerrada por sus extremos, los cuales forman dos bolsas grandes y ordinariamente cuadradas, donde, repartiendo el peso para mayor comodidad, se guardan algunas cosas que han de llevarse de una parte a otra.(RAE).
Granito: Un tipo de roca.
Guijarro: Pedrusco

Hace mucho, mucho tiempo, cuando ninguno de nosotros estaba aún en este mundo, vivía un pobre desgraciado que no tenía nada suyo, a excepción de sus alforjas.
Como no poseía ni familia ni hogar que lo atasen a su aldea, un día , decidió abandonar las montañas de Sassun para salir a probar suerte bajo otros cielos.

Mientras atravesaba un profundo bosque, descubrió de pronto un nido que se había caído de un árbol; en el nido había un huevo y un pájaro, los guardó en sus alforjas y continuó su viaje.
Cuando estaba a punto de salir del bosque, un dev aterrador se apareció ante él, interponiéndose en su camino.

-¿Qué haces en mi territorio, hermano hombre? - rugió el dev-
-¿Ignoras que nadie puede atravesarlo sin haber pagado el peaje?

-Perdóname hermano dev, si te he causado algún perjuicio, -dijo el pobre hombre-, en ningún momento he querido engañarte o estafarte. Permíteme reparar de algún modo , mi involuntario error.¿Qué debo hacer?
-Debes medirte conmigo-replicó el dev-.
Si tu fuerza es superior a la mía, podrás seguir tu camino; si no, te cortaré la cabeza.
El hombre de Sassun  se quedó espantado.
Con el rabillo del ojo observó al dev, que era tres veces más alto que él. Su cuerpo parecía tallado en las rugosas peñas de la montaña. Del final de sus gruesos y peludos brazos, colgaban dos manos enormes, lo bastante poderosas como para estrangular a un buey.
-Seguro que me triturará los huesos uno a uno -pensó el pobre hombre-, con sus grandes zarpas.
-Entonces, ¿Estás preparado? - tronó el dev.
-Eh...si...si - repuso el de Sassun con una voz temblorosa que ni él mismo reconoció.
-!Muy bien ! Pues vamos allá - dijo el dev.
Y acto seguido cogió entre sus manos un trozo de granito y afirmó:
-Apretando esta piedra, soy capaz de reducirla a polvo. ¿Eres tu capaz de hacer lo mismo?
Mientras hablaba, el dev apretaba la roca en su puño cerrado. Cuando abrió la mano, un puñado de arena se deslizó entre sus dedos: era todo lo que quedaba del enorme guijarro.
!Ay, gran arcángel Gabriel, acude en mi ayuda! -imploró el pobre hombre, sintiendo que había llegado su última hora-.
¿Cómo podría yo, que estoy tan flaco, medirme con este coloso, capaz de pulverizar las piedras?

¿Escuchó alguien su plegaria o fue una repentina inspiración de su instinto de supervivencia?
El caso es que, se oyó a sí mismo decir con voz firme: -Puedo hacer algo mejor que eso, hermano dev, soy capaz de sacar jugo a la piedra.
Entonces se agachó y, haciendo como que cogía una piedra, sacó el huevo de sus alforjas, lo apretó entre los dedos e hizo brotar su blanda sustancia.
El dev, sorprendido y contrariado, masculló entre dientes:
-Has tenido suerte por esta vez, hermano hombre. Pero la suerte no siempre cae del mismo lado.

Cogió el dev otra piedra.
-Mira bien esta piedra-dijo-. La voy a lanzar tan alto que no caerá hasta haber rozado las nubes.
Y, dicho y hecho, lanzó la piedra tan alto, que tardó un tiempo interminable en caer de nuevo al suelo.
-Yo puedo hacer algo mejor que eso, hermano dev-dijo el hombre de Sassun-; voy a lanzar la piedra tan alto que no volverá a caer jamás.
Y, diciendo esto, nuestro hombre lanzó al aire el pájaro, que levantó el vuelo y desapareció entre las nubes.
Se hizo entonces un pesado silencio, que al hombre le pareció tan largo como la eternidad entera más un día. No dejaba de preguntarse cómo reaccionaría el dev.¿ Aceptaría su derrota o, por el contrario, se vengaría ? En ese caso, sabía que, entre las manos del dev, resistiría tanto como una cáscara de nuez.
El dev, molesto al verse vencido por aquél humano de aspecto enclenque y miserable, lanzó un profundo suspiro, cuyo eco hizo estremecerse a los ciervos que pastaban al otro extremo del bosque. Pero, había dado su palabra. Su honor de dev estaba en juego, !qué diablos!
Así que, declaró: -Sigue tu camino hermano hombre. Te lo has ganado. Y , como prueba de que no te guardo rencor, quiero regalarte este magnífico halcón, digno de un rey. Te será útil allá donde vayas. Además, te voy a darte tres consejos. Si los sigues al pie de la letra, jamás tendrás verdaderos problemas en la vida:
-En primer lugar, no te ates a ninguna persona sin conocerla; en segundo lugar, no reveles a nadie un secreto del cual dependa tu vida;y, en tercer lugar, no críes un extraño como si fuera tu propio hijo.

El hombre dio las gracias al dev, metió el halcón en sus alforjas y se fue.
Llegó pronto a un tranquilo reino donde decidió instalarse.
Gracias a su halcón no le faltaba carne para alimentarse, y empezó a llevar diariamente la que le sobraba a Palacio; donde todos admiraban su espléndida ave adiestrada para la caza. El rey, que había oído hablar de las cualidades del halcón y de la destreza de su dueño, propuso al hombre comprar su rapaz a cambio de una buena suma.

Pero, ¿ Cómo vender a un rey aquello que desea ? Nuestro hombre declaró que sería un honor para él, regalar su halcón al soberano.
-No tendrás que lamentar tu gesto-dijo entonces el rey, encantado-.
Te nombro, desde ahora mismo, montero mayor. Vivirás en palacio y recibirás un salario considerable.
(El montero mayor es el jefe de los cazadores reales).

El rey, a quien gustaba la caza por encima de todo, visitaba a menudo a su montero mayor para charlar con él sobre el adiestramiento de los halcones. Con el tiempo, el montero mayor se convirtió en amigo y confidente del soberano.
Un día, el rey le dijo:
-Para unirte a mi todavía más, voy a casarte con una de las damas del palacio.
El rey sabía que el hombre estaba secretamente enamorado de una dama de honor de la reina, la cual, a su vez, no era indiferente al atractivo del montero mayor. Así pues, las bodas se celebraron con gran júbilo y alegría por parte de todos.

Los años fueron pasando para el montero y su esposa, apaciblemente, disfrutando de su amor y de su suerte, en medio de la abundancia y rodeados de amigos. Una sola sombra podía hallarse en aquel cuadro perfecto de armonía : ningún hijo había venido a coronar su felicidad, a pesar de sus deseos.
Por ello, decidieron adoptar a un niño pequeño y criarlo como el suyo propio.
Y el niño creció, se hizo un hombre…

Una tarde, mientras se encontraba solo en su hermosa mansión, que contaba con diecisiete ventanas que daban a un jardín en el que únicamente los trinos de los pájaros turbaban, de cuando en cuando el profundo silencio, el montero mayor fue pasando revista a todos los años de su vida: desde la más grande miseria había logrado llegar a uno de los más altos cargos de la corte, gracias al rey, que le honraba y estimaba. Él, que no tenía nada, ahora poseía un castillo, una amante esposa, un hijo respetuoso y multitud de riquezas.

Recordó entonces los consejos del dev y se echó a reír: se había atado a un rey sin conocerlo; había criado a un extraño como si fuera su hijo…, ¿ y qué males le habían sucedido a causa de ello? Ninguno, más bien, todo lo contrario. De modo que, o bien el Dev se había equivocado, o había querido engañarlo…
En cualquier caso, todavía le faltaba por poner a prueba el tercer consejo del Dev: revelar a alguien un secreto del cual dependiese su vida…
Nuestro hombre hizo un gesto, como queriendo alejar aquel pensamiento tan inoportuno; pero, la idea no se le iba de la cabeza, y no podía dejar de dar vueltas al asunto. Decidió entonces salir de dudas y elegir a alguien a quien confiar un secreto semejante.¿Y quién mejor que aquella a la que amaba más que a nada  en el mundo y que le devolvía con creces su cariño?
Aunque le repugnaba poner a prueba a su esposa, como estaba plenamente seguro del resultado, resolvió hacer lo siguiente: primero, escondió en un lugar seguro el halcón que había regalado al rey y que se había convertido en el favorito del soberano; luego se fue en busca de su mujer.
-Querida esposa- dijo -, voy a revelarte un secreto: he matado al halcón favorito del rey, pues no soportaba verme privado de él. Si se revela este secreto, me costará la vida.

Su esposa le juró, que nada le haría revelar un secreto como ese.

Al día siguiente, el rey se enteró de la muerte de su ave favorita, al parecer, cobardemente estrangulada.
Su disgusto fue enorme, y lo hacía aún mayor la certeza de que esa villanía, sólo podía haberla cometido alguien de la corte.

Comunicó que todos los bienes del culpable serían confiscados y prometió otorgar una renta de mil monedas de oro a aquel que lo denunciara.

La esposa del montero mayor, temiendo verse cruelmente reducida a la pobreza por el crimen de su marido, lo denunció inmediatamente, y nuestro hombre fue detenido en seguida.

El rey fue a visitarlo a la mazmorra donde lo había arrojado y le hizo amargos reproches:
-¡Ingrato! ¡Miserable! Mal me agradeces el que te sacara de la miseria. Te he dado riquezas, honores, cargos…¡Y tu vas y estrangulas a mi halcón favorito!
-Como castigo-,  ¡Te cortarán la cabeza esta misma tarde !

-Espera un poco, ¡oh ye! No te fíes de las apariencias - Imploró el montero.
Pero el rey, haciendo caso únicamente de su cólera, fue a buscar al verdugo.

<< Qué poco lo conocía-se dijo nuestro hombre-; jamás debía haberme atado a este individuo tan voluble y con tan mal carácter…>>

Debido a que durante todos los años en que había gozado del favor real, el montero mayor había sido tan bueno con todo el mundo, el rey no pudo encontrar a ningún verdugo que aceptase el encargo de cortar su cabeza. Anunció entonces que estaba dispuesto a pagar una segunda renta de mil monedas al que se prestase a ejecutar la sentencia.

El hijo del montero mayor, viendo que todos los bienes de su padre habían sido confiscados y que solo aquella renta podría compensarlo, hasta cierto punto, de sus pérdidas, ofreció entonces sus servicios al rey.
Mientras  lo conducían al tormento, el pueblo dejó bien claro, con sus abucheos, el desprecio que sentía hacia ese hijo cruel que se disponía a matar con sus propias manos a aquél que lo había criado.

-¡Ay Dev! -Murmuró el hombre -
¡Porqué no te habré escuchado!
¡Tenías mil veces razón, Dev!

Intrigado por las exclamaciones, el rey exigió al montero mayor que se explicara. Este contó entonces su historia, en pocas palabras, añadiendo al final:
-Vuestra majestad hallará su halcón en el lugar, donde lo dejé bien a salvo antes de poner a prueba a mi mujer.
Trajeron el halcón al rey, que se puso muy contento y se sintió bastante culpable por haber puesto en duda la lealtad de su montero mayor.
Mandó inmediatamente a castigar a los dos culpables que lo habían traicionado; su esposa y el hijo al que crió, por dinero.
Tras esto, se empeñó en colmar con honores y riquezas a aquél, a quien había condenado injustamente.

-Te unirás a mi persona en calidad de ministro.Te regalo el más hermoso de mis palacios; haré que te asignen mil monedas de oro al mes de mi hacienda particular…

Pero el hombre lo rechazó todo.

-Majestad- explicó-, hasta ahora no he tenido en cuenta las tres recomendaciones del dev: Me he atado a Vuestra Majestad sin conoceros; he confiado a mi esposa un secreto del cual dependía mi vida; he criado a un extraño como si fuera mi propio hijo. Hoy, he podido comprobar , no solo el acierto de los consejos del dev, sino también la vanidad de las riquezas y los honores, y la fragilidad de la amistad de los poderosos. Así pues, suplico a Vuestra Majestad que me permita regresar a mi aldea.

A regañadientes, el Rey dio su consentimiento y el hombre, provisto de sus viejas alforjas, se volvió a las montañas de Sassun de donde había salido tantos años antes.

Tres granadas han caído del cielo: una, para vosotros; otra, para mi; y otra, para aquellos que, inspirados por la sabiduría, no se dejan tentar por las vanidades de este mundo.



El médico Infalible

Cuentos y Leyendas de Armenia

5

EL MÉDICO INFALIBLE


Había (o no había, poco importa) en la ciudad de Chabin Kara Hissar un médico que dedicaba todo su tiempo a aliviar los sufrimientos de sus semejantes. A los pobres no les cobraba ni un céntimo, y los cuidaba con tanta dedicación como a los ricos.Respetaba a los ancianos, amaba a su prójimo y hacía el bien a cuantos lo rodeaban.

Conmovido por la generosidad y la piedad de aquel hombre tan justo, el arcángel san Gabriel decidió ayudarlo en sus tareas cotidianas.
Se presentó ante él con la majestuosa apariencia de un anciano de barba blanca y lo condujo a un inmenso bosque lleno de árboles centenarios cuyas copas parecían tocar el cielo. Se diría que todas las especies se habían dado cita en aquel lugar.

(Chabin Kara Hissar es una ciudad de Armenia occidental. En 1915, cuando los turcos emprendieron su matanza de armenios para apoderarse de sus tierras, los habitantes de esta ciudad, se enfrentaron heroicamente).

Ante los ojos maravillados del médico, el arcángel san Gabriél fue mostrándole, una por una, las diferentes variedades de árboles:
-Este es el árbol del pan, cuyos frutos comestibles pueden servir para alimentar a los pobres; este otro, tan alto, es un árbol del incienso; llora lágrimas de goma aromatizada. ¿No hueles su perfume? Es muy beneficioso para los que padecen bronquios. !Ah! Mira, estos son el árbol de la leche y el árbol de la nieve...
"Al pie de cada uno de estos árboles brota una gran variedad de plantas cuyas virtudes son todavía desconocidas para los hombres.Con estas plantas, salvarás tantas vidas humanas que tu  renombre se extenderá por todo el país e incluso más allá de sus fronteras. Y, como sé que no te vanagloriarás de tu sabiduría, quiero hacer aún algo más por ti. Para que tus diagnósticos sean siempre acertados, me hallarás en la habitación de tus enfermos. Si me ves al pie de la cama, puedes afirmar con seguridad que el enfermo se curará; pero cuando me encuentres en la cabecera del doliente, todos tus remedios serán inútiles...
Y dicho esto, el "recolector de almas" desapareció en un torbellino de polvo dorado.
El médico no tardó en hacerse famoso; sus remedios a base de plantas obraban milagros, y la precisión de sus diagnósticos parecía cosa de magia.

De repente, un día, el hijo del rey cayó enfermo. Los médicos de la Corte fueron incapaces de curarlo. Los más prestigiosos doctores de los países vecino fueron invitados por el rey a dar su opinión acerca de la enfermedad del príncipe, pero todos ellos se excusaron, temiendo la cólera del soberano en caso de fracasar.
Desesperado, el rey recurrió entonces a los magos,a los curanderos, a los alquimistas...
Pero estos también declinaron la invitación, alagando los pretextos más diversos.
Mientras tanto, el príncipe languidecía y se debilitaba día a día sin que nadie quisiese asumir la responsabilidad de un tratamiento cuyo éxito no estaba garantizado.
El rey amenazó entonces a sus médicos con los peores castigos si no lograban descubrir a alguien capaz de curar a su hijo.
Estos, celosos de la fama que estaba adquiriendo su compañero de Chabin Kara Hissar, y convencidos de que el príncipe no se libraría de la muerte, sugirieron al rey que solicitase de sus servicios.
"De este modo -pensaron-, si el príncipe muere, no seremos nosotros los responsables y ese ambicioso cargará con toda la culpa ".
Así pues, el médico, a instancias del rey, acudió a visitar al príncipe.
Confiaba plenamente en el don que le había concedido el arcángel san Gabriél, pero,sentía cierta aprensión(temor, recelo) por tener que sustituir a todos los médicos del rey. Aprensión que resultó plenamente justificada...
Al entrar en la habitación, cuál no sería su disgusto, al descubrir al recolector de almas en la cabecera del enfermo. De nada le sirvió rezar y suplicar al arcángel que retrasase algunos años el fallecimiento del príncipe, todo fue inútil: el recolector de almas se mostró inexorable.

-No trates de convencerme-dijo al médico-. La hora del príncipe ha llegado; debe entregarme su alma.
Entonces el médico, dirigiéndose en voz baja a los cuatro sirvientes que día y noche montaban guardia en la habitación del príncipe, les ordenó que cambiasen bruscamente de sitio la cama del enfermo.
Lo obedecieron al instante, y con tal destreza y rapidez que el arcángel san Gabriel se sorprendió, de pronto, a los pies del enfermo, y no en la cabeza, donde creía haberse colocado.

Como buen perdedor, o más bien, como buen arcángel, san Gabriel dejó con vida al príncipe, cumpliendo así la palabra que había dado al médico, pero, con una condición: que nunca más repitiese aquel fraude, o se vería privado para siempre de su don.

El médico de Chabin Kara Hissar vivió mucho tiempo, amado y respetado por todos, y mimado y colmado de riquezas por el rey.

Pero ni tú, lector, ni yo, narrador, ganamos nada con ello...





Khigar, el Sabio

Cuentos y Leyendas de Armenia

4
KHIGAR, EL SABIO


En una pequeña aldea situada en lo más recóndito de la provincia de Kharpet, vivía un hombre muy astuto y sabio llamado Khigar.
Kharpet(Ciudadela y ciudad antigua de Harput, de Armenia occidental, pronunciado Kharberd en la Armenia oriental, Kharpet en la Armenia occidental, cuyo significado, del armenio, es fortaleza de roca y de donde procede el “Bulgur”, Trigo machacado, la actual "Elazığ" turca.)

¿Que había un litigio entre dos vecinos? Enseguida solicitaban el arbitraje de Khigar.
¿Que un matrimonio se peleaba? Rogaban a Khigar que diese su consejo.
Discusiones, procesos, rivalidades, discordias...todo terminaba en casa de Khigar.
Su celebridad, sobrepasando las fronteras de la aldea, terminó llegando a oídos del Rey, que lo mandó llamar al palacio y le pidió que se convirtiera en su consejero.
Khigar aceptó y empleó toda su sabiduría y su perspicacia en el cumplimiento de su misión.
El rey recurría a él y solicitaba sus consejos en todo tipo de circunstancias.

Khigar tenía acceso en todo momento al Palacio e incluso, a los aposentos privados del soberano.
en la mesa, durante los banquetes, su sitio era a la derecha del rey y no podía ser ocupado por ningún otro invitado, ni siquiera en su ausencia.
El rey lo apreciaba y así se lo decía a quien quisiera oírlo. Khigar, aun sabiéndolo,
Un día en que Khigar había sido invitado a un banquete del rey y se estaba preparando para acudir a él, oyó de repente unos golpes en su puerta.
Era el carnicero de su ciudad natal,estaba de paso en la ciudad y, aprovechando la ocasión, venía a saludarlo. Khigar lo reconoció enseguida. El hombre era ni muy listo ni muy ingenioso, pero, no era una mala persona.
Evidentemente, su repentina visita no se producía en el momento más oportuno, puesto que Khigar debía acudir obligatoriamente a la cena del Palacio; sin embargo, las leyes de la hospitalidad son sagradas, y no era cuestión de echar al visitante.
Khigar lo invitó entonces a acompañarlo al banquete, pero hizo tres recomendaciones:
-En primer lugar-dijo-, elegirás, para sentarte a la mesa, el sitio que conviene a tu rango. Si te sientas en los puestos de honor, te verás obligado una y otra vez a ceder tu lugar a un invitado más importante que tú, mientras que si te sientas al final de la mesa, nadie te discutirá el puesto escogido. -En segundo lugar,no hables a tontas y a locas; hazlo sólo cuando te dirijan la palabra.
-Y, en tercer lugar, no ofrezcas tus servicios a menos que alguien te lo solicite.


Una vez hechas estas recomendaciones, Khigar y sus invitados se presentaron en Palacio.
Una nube de criados hormigueaba desde la escalinata del edificio, pavimentada en mármol rosa, hasta la gran galería donde debía celebrarse el festín, cuyos muros estaban adornados con espléndidos mosaicos. En ellos aparecían, representados mediante pequeños fragmentos de ágata, cornalina, calcedonia y lapislázuli, ensamblados artísticamente, jardines tan hermosos que parecían de cuento: al agua azul de una bella fuente acudían a beber corzos y cervatillos, mientras que los ruiseñores revoloteaban entre las ramas de los cerezos en flor...


Ágata:cuarzo lapídeo, duro, traslúcido y con franjas de uno u ótro color.
Cornalina:ágata de color de sangre o rojiza.
Calcedonia: ágata muy traslúcida de color azulado.
Lapislázuli:mineral de color azul intenso.
Corzo: mamífero rumiante cérvido, algo mayor que la cabra.


La sala parecía iluminada por los mil destellos de las antorchas y los candelabros que hacían brillar los preciosos tejidos de los divanes.
Alrededor de la mesa se habían dispuesto para todos los invitados de sillones  de madera de cedro con incrustaciones de nácar.
Dos lacayos ofrecían a los recién llegados una gran fuente de plata donde vertían agua perfumada con una jarra de alabastro, para que pudiesen lavarse las manos antes de sentarse a la mesa.
Deslumbrando ante tanto refinamiento y opulencia, el carnicero se olvidó por completo de los consejos de Khigar. Seguramente se había olvidado hasta de su nombre...
Mientras que Khigar se había sentado en el lugar que le tenían reservado, nuestro hombre observaba la llegada del visir y de los grandes dignatarios, que fueron tomando asiento.
Después llegaron los embajadores, los ministros...
El carnicero se mezcló con ellos y se sentó a su lado.
-!Largo de aquí! -le gritaron los criados, que necesitaban asiento para otro invitado.


El cedro:árbol conífero abietáceo cuya madera es aromática compacta e incorruptible.
El nácar: sustancia blanca, irisada que se forma en el interior de ciertas conchas.
Un lacayo: criado de librea(uniforme con distintivos).
El alabastro: piedra blanca, compacta y a veces traslúcida, de apariencia marmórea.


Se movió un puesto más allá, luego dos, luego diez...
Entonces llegaron los eclesiásticos y los notables del reino.
-!Más allá! !Más allá!
El hombre terminó cambiándose de sitio, una y otra vez, y terminó encontrándose al final de la mesa, muy cerca de las cocinas. Deliciosos aromas impregnaban el ambiente, y se oían las voces de los cocineros:
-¿Quién va a trinchar el cordero ante el rey?
-Ese honor debe recaer en el mejor de nosotros.
-Al menor fallo, el rey puede enfadarse.
nuestro hombre como carnicero de oficio,estaba acostumbrado a deshuesar y cortar la carne cada día.así que se precipitó a las cocinas y dijo:
-Compañeros, nadie mejor que yo conoce el oficio de la carne. No os preocupéis por nada: yo me ofrezco voluntario para trinchar ese cordero.
-¿Y por qué no? -respondieron los cocineros, contentos, en su fuero interno,de que aquél honor no recayera en el jefe de cocina, de quien todos estaban celosos.
El jefe de cocina se sintió doblemente frustado, pues se daba la circunstancia de que aquél honor iba acompañado, por lo general,de una bolsa llena de monedas de oro que el soberano arrojaba a quienes realizaban convenientemente aquella tarea. Lanzó una mirada atravesada al carnicero, y dijo:
-Nadie te ha pedido nada, extranjero. ¿Por qué te mezclas en esto?
Pero ya los pinches habían colocado el cordero asado e una inmensa bandeja de plata y se lo ofrecían con orgullo al rey y a sus invitados. El carnicero, hinchado de vanidad, se recogió las mangas, sacó de su bolsillo el cuchillo de mango de madera de olivo que siempre llevaba consigo y se dispuso a trinchar el cordero.
-!Ladrón! -exclamó entonces el jefe de cocina-. Ese hombre es un ladrón. Llevo tres días buscando mi cuchillo y mira dónde está; me lo ha robado.
Inmediatamente se hizo un profundo silencio; un silencio total, pues todo el mundo sabía que el rey castigaba con la muerte el más insignificante robo.
-!Pero si es mentira! - se defendió el carnicero-. No le he robado nada a nadie.
El rey tomó la palabra:
-!Guardias! Prended a este extranjero y llevadlo a la cárcel: pasará allí la noche. Mañana dictaré mi sentencia.Si es culpable, será colgado, como manda la ley.
Khigar estaba aterrado: aquel pobre hombre que había venido desde su lejana aldea natal solo para saludarlo se arriesgaba a morir por una falta que probablemente no había cometido.
Pero ¿cómo demostrarlo?
Khigar se dirigió entonces al rey.
-Que Vuestra Majestad autorice a este hombre a pasar la noche bajo mi techo. Era mi invitado, y faltaría a las sagradas leyes de la hospitalidad si permitiera que durmiera en prisión esta noche. Mañana por la mañana, me comprometo a presentarlo ante el tribunal; si se demuestra que ha cometido un robo, será castigado como es debido; no pondré ninguna objeción.
-Te conozco demasiado bien, Khigar - repuso el Rey-. Si accedo a tu petición, te pasarás toda la noche dando consejos a este hombre, y mañana será capaz de utilizar los mejores argumentos para defenderse. No, Khigar, no.
Los culpables deben recibir el castigo que merecen.
-Os prometo por mi honor, Majestad, que no le dirigiré la palabra. Vuestra Majestad me conoce desde hace ya doce años, y sabe que nunca faltaría a mi promesa.
-Está bien -dijo el rey -. Acepto tu palabra. Que pase la noche en tu casa.
Khigar y el carnicero se pusieron inmediatamente en camino. Cuando llegaron ante la casa, Khigar empujó al hombre al establo, donde había un burro; le indicó por señas que se acostara sobre un montón de heno que había en un rincón, y luego, cogiendo un palo, se dirigió al asno.
-Asno, es a ti a quien hablo; escúchame bien. Si mañana debieras ser juzgado por el robo de un cuchillo, robo del que eres inocente, estoy seguro, esto es lo que tendrías que responder. ¿Me oyes, asno?
Y Khigar le dió un palo en el trasero al animal, que se puso a rebuznar.


-Bien, bien, ya veo que me oyes. !Escucha entonces mi consejo , especie de burro, y no te dediques a hacer lo que te dé la gana, como de costumbre !
Cuando el rey pregunte de donde has sacado ese cuchillo, responderás que lo encontraste clavado en el pecho de tu madre y que desde entonces, vas de pueblo en pueblo en busca de su asesino, al que has jurado encontrar.¿Me has entendido, burro?
Y Khigar acompañó su pregunta con un nuevo bastonazo en la grupa del animal.
-!Hiii ! -hizo el asno.
-!Bien,bien, asno! Recuerda la lección y no se te ocurra decir otra cosa.
Después Khigar se retiró.
Al día siguiente por la mañana, y siempre sin dirigirle la palabra, acompañó al carnicero hasta el tribunal.
Los curiosos no daban ni un céntimo por la vida de aquél extranjero, cuyo peso en la corte no podía compararse al del jefe de cocina, conocido y respetado en toda la ciudad.
El rey y el ministro de justicia llegaron y ocuparon sus asientos.
-Extranjero- dijo el rey- , ¿Cómo llegó tu cuchillo a tus manos?
El carnicero, cuya palidez se asemejaba a la de un cadáver, respondió:
-Majestad, lo encontré clavado en el pecho de mi madre, y, desde entonces, estoy buscando a su asesino.
Una oleada de estupor recorrió la sala.
El rey se dirigió entonces al jefe de cocina:
-¿Este cuchillo es tuyo?
El jefe de cocina, asustado por el giro que estaban tomando los acontecimientos, solicitó ver de cerca el cuchillo y luego declaró:
-Me he confundido. Pido a Vuestra Majestad y a este hombre que me perdonen mi equivocación. El mango de mi cuchillo es de marfil, y éste es de madera de olivo,así que no es mi cuchillo.
-Que den diez bastonazos a este cocinero para que aprenda a mirar mejor la próxima vez-ordenó el rey.
-Perdonadle, Majestad -rogó entonces Khigar-; todos en el mundo puede equivocarse.
-Está bien-dijo el rey-; que liberen a estos dos hombres. Pero !habría jurado que uno de los dos era culpable!
-El corazón del hombre y el fondo del mar son insondables,Señor - declaró Khigar-, y nadie es tan inocente ni tan culpable como suele creerse.
El rey, perplejo, meditó largamente sobre el significado de aquellas palabras... Dicen que todavía está pensando en ellas.


Tres granadas han caído del cielo: una para quien da buenos consejos; otra, para quien los escucha: y la tercera, para quien sabe aprovecharlos.