miércoles, 14 de diciembre de 2016

El médico Infalible

Cuentos y Leyendas de Armenia

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EL MÉDICO INFALIBLE


Había (o no había, poco importa) en la ciudad de Chabin Kara Hissar un médico que dedicaba todo su tiempo a aliviar los sufrimientos de sus semejantes. A los pobres no les cobraba ni un céntimo, y los cuidaba con tanta dedicación como a los ricos.Respetaba a los ancianos, amaba a su prójimo y hacía el bien a cuantos lo rodeaban.

Conmovido por la generosidad y la piedad de aquel hombre tan justo, el arcángel san Gabriel decidió ayudarlo en sus tareas cotidianas.
Se presentó ante él con la majestuosa apariencia de un anciano de barba blanca y lo condujo a un inmenso bosque lleno de árboles centenarios cuyas copas parecían tocar el cielo. Se diría que todas las especies se habían dado cita en aquel lugar.

(Chabin Kara Hissar es una ciudad de Armenia occidental. En 1915, cuando los turcos emprendieron su matanza de armenios para apoderarse de sus tierras, los habitantes de esta ciudad, se enfrentaron heroicamente).

Ante los ojos maravillados del médico, el arcángel san Gabriél fue mostrándole, una por una, las diferentes variedades de árboles:
-Este es el árbol del pan, cuyos frutos comestibles pueden servir para alimentar a los pobres; este otro, tan alto, es un árbol del incienso; llora lágrimas de goma aromatizada. ¿No hueles su perfume? Es muy beneficioso para los que padecen bronquios. !Ah! Mira, estos son el árbol de la leche y el árbol de la nieve...
"Al pie de cada uno de estos árboles brota una gran variedad de plantas cuyas virtudes son todavía desconocidas para los hombres.Con estas plantas, salvarás tantas vidas humanas que tu  renombre se extenderá por todo el país e incluso más allá de sus fronteras. Y, como sé que no te vanagloriarás de tu sabiduría, quiero hacer aún algo más por ti. Para que tus diagnósticos sean siempre acertados, me hallarás en la habitación de tus enfermos. Si me ves al pie de la cama, puedes afirmar con seguridad que el enfermo se curará; pero cuando me encuentres en la cabecera del doliente, todos tus remedios serán inútiles...
Y dicho esto, el "recolector de almas" desapareció en un torbellino de polvo dorado.
El médico no tardó en hacerse famoso; sus remedios a base de plantas obraban milagros, y la precisión de sus diagnósticos parecía cosa de magia.

De repente, un día, el hijo del rey cayó enfermo. Los médicos de la Corte fueron incapaces de curarlo. Los más prestigiosos doctores de los países vecino fueron invitados por el rey a dar su opinión acerca de la enfermedad del príncipe, pero todos ellos se excusaron, temiendo la cólera del soberano en caso de fracasar.
Desesperado, el rey recurrió entonces a los magos,a los curanderos, a los alquimistas...
Pero estos también declinaron la invitación, alagando los pretextos más diversos.
Mientras tanto, el príncipe languidecía y se debilitaba día a día sin que nadie quisiese asumir la responsabilidad de un tratamiento cuyo éxito no estaba garantizado.
El rey amenazó entonces a sus médicos con los peores castigos si no lograban descubrir a alguien capaz de curar a su hijo.
Estos, celosos de la fama que estaba adquiriendo su compañero de Chabin Kara Hissar, y convencidos de que el príncipe no se libraría de la muerte, sugirieron al rey que solicitase de sus servicios.
"De este modo -pensaron-, si el príncipe muere, no seremos nosotros los responsables y ese ambicioso cargará con toda la culpa ".
Así pues, el médico, a instancias del rey, acudió a visitar al príncipe.
Confiaba plenamente en el don que le había concedido el arcángel san Gabriél, pero,sentía cierta aprensión(temor, recelo) por tener que sustituir a todos los médicos del rey. Aprensión que resultó plenamente justificada...
Al entrar en la habitación, cuál no sería su disgusto, al descubrir al recolector de almas en la cabecera del enfermo. De nada le sirvió rezar y suplicar al arcángel que retrasase algunos años el fallecimiento del príncipe, todo fue inútil: el recolector de almas se mostró inexorable.

-No trates de convencerme-dijo al médico-. La hora del príncipe ha llegado; debe entregarme su alma.
Entonces el médico, dirigiéndose en voz baja a los cuatro sirvientes que día y noche montaban guardia en la habitación del príncipe, les ordenó que cambiasen bruscamente de sitio la cama del enfermo.
Lo obedecieron al instante, y con tal destreza y rapidez que el arcángel san Gabriel se sorprendió, de pronto, a los pies del enfermo, y no en la cabeza, donde creía haberse colocado.

Como buen perdedor, o más bien, como buen arcángel, san Gabriel dejó con vida al príncipe, cumpliendo así la palabra que había dado al médico, pero, con una condición: que nunca más repitiese aquel fraude, o se vería privado para siempre de su don.

El médico de Chabin Kara Hissar vivió mucho tiempo, amado y respetado por todos, y mimado y colmado de riquezas por el rey.

Pero ni tú, lector, ni yo, narrador, ganamos nada con ello...





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